Este fin de semana, viendo un programa de televisión en el que se
entrevistaba a un señor de 99 años con una historia de vida increíble, me
acordé de varios residentes con vidas muy interesantes que han pasado o todavía
viven en el centro y de una compañera Trabajadora Social, que fue la que me
habló de la posibilidad de confeccionar historias de vida en centros
residenciales. Me acuerdo que cuando me habló de este tema me encantó….
Ahora la vuelvo a retomar. La verdad es que con el perfil de residentes que
tenemos en los centros (tema del que ya he hablado en otras entradas) no es
habitual encontrarte con una persona que esté bien a nivel cognitivo y con la
que se pueda llevar una conversación fluida. Y que además, quiera hablar de su
vida.
Como he comentado en otras ocasiones, el perfil que nos llega a las residencias es el de una persona
valorada con grado III de dependencia y que suele tener deterioro cognitivo. Eso
no quita para que tengamos usuarios cuya dependencia sea física y que estén
perfectamente bien a nivel cognitivo, o que sean totalmente válidos porque son
cónyuges de una persona dependiente o han ingresado por la vía de exclusión
social.
Bueno, pues viendo este programa de televisión me acordé en concreto de
varios casos:
- Un señor, que falleció hace poco, a los 90 años y con el que tuve la suerte de mantener varias conversaciones sobre su vida, muy dura a la par que interesante. Emigró a Brasil, trabajó en Estados Unidos, y viajó por todo el mundo, se casó tres veces…. Me encantaba oírlo y la manera en que te contaba todo, el brillo de sus ojos cuando se acordaba de sus esposas y de su trabajo en otro continente….. Este señor tuvo la suerte de estar prácticamente bien hasta el último momento, manteniendo su lucidez, leyendo el periódico de Navarra, de donde él era originario….Una gozada.
- Por supuesto, también me vino a la cabeza “nuestra centenaria de oro”, que llegó hasta los 106 años siendo prácticamente válida para todas las actividades básicas de la vida diaria, y con la “cabeza encima de los hombros”, como se suele decir. Ella decía que el secreto de su vejez era “trabajar mucho y comer poco”. Procedía de un pueblo muy pequeñito del Pirineo Aragonés, y a pesar de no tener hijos, crió a todos sus sobrinos como si lo fueran, y ellos respondieron encargándose de ella hasta el final de sus días. Ingresó con su marido en la residencia para no ser “carga” para los demás, ya que, como he dicho, no tenía hijos. En los últimos años de su vida era complicado mantener una conversación con ella por la sordera que padecía, lo que dificultaba mucho su relación con los demás. Era una persona muy entrañable y se hacía querer. Lástima no haber podido tener con ella "charradetas" extensas sobre su vida.
- Otra abueleta, que también debió tener una vida muy dura, por ingresos psiquiátricos, emigración a Francia, le quitaron hijos diciéndole que se habían muerto (¿os suena?...)
Y muchos otros residentes de los que no puedo hablar porque se me acabaría el
espacio: el que escribe todos los días en su diario las cosas que le pasan, otro que emigró a Francia,
otro a Brasil y se vino aquí hace poco con su esposa brasileña, la viuda de un
marino mercante que como decía la canción “en cada puerto tenía una mujer” y
que tuvo que criar a sus hijos sola, la otra que tuvo 17 hijos…. En fin
historias de vida tremendas y que sería precioso recoger con esta técnica de
trabajo de investigación cualitativa utilizada en ciencias sociales.
En una próxima entrada hablaré de en qué consiste esta técnica y de su utilidad para
aplicarla en un centro residencial de personas mayores.
¡Buen día!
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