El otro día casi me da un ataque de risa con una residente que estaba en
el pasillo de Administración buscando a la de la acción católica…… Cuando la oí
casi me da algo, pobreta….. Creo que todavía le quedan reminiscencias de su
pasado, en el que pasó un gran temporada ingresada en centros psiquiátricos y
atendida por monjas.
Históricamente, nuestra profesión ha estado ligada a la Iglesia Católica, y eso se nota
cuando trabajas con personas mayores.
Haciendo un barrido breve
por la historia, en España, la asistencia social estuvo inicialmente en manos
de grupos concretos del catolicismo y del sector médico. Su desarrollo fue
escaso y su profesionalización se hizo esperar más que en otros países europeos.
La Guerra Civil no ayudó
a ésta profesionalización y la dictadura de Franco favoreció que los servicios
sociales fueran sobre todo asistenciales. Las principales instituciones que en
esta época se hacen cargo de la atención de los necesitados en nuestro país son
la Iglesia Católica
y la Falange Española.
De esta forma, el Trabajo
Social en sus inicios se estudiaba en la Escuelas de Asistencia Social. Posteriormente en
1981 se incorporaron a la universidad los estudios de Asistentes Sociales como
Escuelas Universitarias de Trabajo Social, y
entonces pasamos a ser llamados Trabajadoras Sociales.
Pero las personas mayores
en este tema de cómo nos “llamamos” llevan un cacao tremendo: la señorita
social, la asistenta social, la de asuntos sociales…. Ni qué decir tiene que yo
no les llevo la contraria, ellos saben perfectamente a quien dirigirse, y
cuáles son mis funciones, aunque el nombre técnico no les venga a la cabeza.
Esto de los nombres es muy curioso y divertido. Cuando estuve trabajando
en Dependencia, lo de la Ley de Independencia era el pan de cada
día, y la verdad, nos daba un toque de alegría, sobre todo cuando veías los
expedientes paralizados porque no había dinero para pagar prestaciones o para
adjudicar servicios….
Y ya con mi nombre, no digo nada. En la primera residencia en la que
trabajé había una señora que me llamaba Onelia,
y cual ha sido mi sorpresa, que 14 años después, en esta residencia me
encuentro a otra señora que me llama del mismo modo…. En fin, las personas
mayores nunca dejan de sorprendernos y sacarnos una sonrisa.
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