O pueblo igual a residencia......
El
otro día, comentando con una compañera temas de trabajo salió esta cuestión. Y
es que, cuando llega un residente nuevo, tanto a él como a la familia, les hago
la misma comparación entre la residencia y un pueblo grande (según la zona
donde se viva, claro) para que se hagan una pequeña idea de lo que es la
residencia. Les comento que en nuestro centro viven unas 100 personas, como en
cualquier pueblo de los alrededores. En la provincia de Huesca y en el Pirineo, 100 personas ya es mucho para
según qué localidades.
Cuando
hago una entrevista pre-ingreso, a la hora de explicar instalaciones y
funcionamiento de la residencia, suelo utilizar esta idea. Muchas de las
personas que vienen a vivir, o su familia, proceden de lugares pequeños, y creo
que esta comparación les ayuda a ponerse en situación. Ahora que estoy
reflexionando sobre este tema, me doy cuenta de que además, contamos con las
figuras más relevantes que puede haber en un pueblo (lo que antes se llamaba
“fuerzas vivas”). Es decir, contamos con un médico, profesional muy importante,
y más cuando trabajas con personas mayores, con enfermeras, como complemento al
médico, el cura (que en nuestro caso es externo, pero viene a dar misa en la
capilla de la residencia), la trabajadora social (he trabajado en pueblos a los
que solo llegaba la "divina trinidad": médico-cura-trabajadora social), contamos con una mini
escuela (nuestro grupo de manuales), y lo que es el ayuntamiento como
entidad, lo formarían el personal de administración (los que llevan las perricas)
y el alcalde encarnado en la figura del director, y que como tal, no deja de
tener gran relevancia. De hecho, en muchos pueblos, el alcalde se entera de las
cosas antes que muchos profesionales. No deja de ser una figura a la que le van
a pedir consejo, a la que invitan a fiestas, a la que le cuentan penas y
alegrías y a la que van a quejarse cuando las calles no están como debieran, al
fin y al cabo, como dicen mis hijos del director del cole, no deja de ser el “jefe”.
Siempre tiene la puerta la puerta abierta para atender a sus vecinos. Y por supuesto, tenemos el “mentidero, la cadena…” o como quiera que se llame en
cada lugar, que es nuestro maravillo hall de entrada, donde se cuece todo, por
donde pasan los trabajadores, las visitas, por donde entra y sale la gente, y
en donde se suele pasar el día. ¡Qué sería de un pueblo sin su mentidero! Y de
aquí surgen, como no podía ser de otra manera, los problemas de convivencia y relación, (los problemas
vecinales), que, en un centro tan pequeño como el nuestro, en ocasiones son difíciles de
resolver. En tu pueblo, discutes con el vecino, pero te vas a tu casa e igual
no lo vuelves a ver en unos cuantos días, lo puedes evitar si quieres. Pero
claro, en la residencia, este “vecino” puede ser tu compañero de habitación, o
tu compañero de mesa en el comedor, los espacios son más pequeños y es más
difícil evitarlo….
No
se qué os parecerá esta comparación, pero yo creo que para una persona mayor,
que se ha criado y ha vivido la mayoría de su vida en un pueblo, es un idea muy
gráfica de lo que se puede ser vivir en una residencia, con sus cosas buenas y
malas. De igual manera que vivir o irse a vivir a un pueblo del medio rural,
tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
¡Feliz y lluvioso día!!
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